
LARA GONZÁLEZ DÍAZ, 2º Bachillerato B
Las anteriores elecciones de Estados Unidos de 2016 estuvieron marcadas por la polémica de las redes sociales y la política. Al igual que se produjo en Inglaterra con el Brexit, junto con los partidos y políticos hubo otros integrantes: los analistas de datos.
Las anteriores elecciones a la presidencia de los Estados Unidos fueron afamadas no sólo por el presidente electo Donald Trump sino también por el papel de las redes sociales durante la campaña electoral que permitieron que se difundieran bulos, anuncios o tuits o comentarios que inciten a la violencia. Que un país que es una de las mayores potencias del mundo permitiese esto creó un sentimiento de indignación y engaño entre los americanos y demás ciudadanos del mundo.
Por ello, instituciones públicas como las de Europa ejercieron presión sobre redes sociales como Twitter o Facebook que tuvieran mayor responsabilidad y no permitieran la viralización de bulos. Esta presión tuvo resultados. Twitter decidió deshabilitar el algoritmo que recomendaba tuits de cuentas americanas con más de 100.000 seguidores que estén etiquetados como desinformación. Facebook también anunció que su empresa eliminaría la publicidad relacionada con las elecciones, pero pasadas ya las elecciones esto no ha sido así, sino que anunció que esa publicidad sería eliminada tras finalizar las elecciones.
A pesar de todo esto, está claro que los panfletos políticos han sido sustituidos por las redes sociales. Un ejemplo claro lo mostraba la red de medios de comunicación The Conversation: en 2008 Obama pagó 8 millones de dólares en publicidad mientras que en estas pasadas elecciones Joe Biden ha desembolsado 96,1 millones de dólares y Donald Trump 90,5 millones de dólares.
Realmente las redes sociales han tomado medidas con diferencia a las elecciones de 2016, pero ¿son suficientes? Algunos expertos niegan que sean suficientes. Trump escribió tuits cuestionando la legitimidad del voto por correo y Twitter no los eliminó, avisaba de que se trataba de desinformación pero el tuit seguía en la red social. Los expertos explican como también podía contribuir la eliminación de los hashtags, la utilización de ellos relacionados con la desinformación ayuda en la viralización.
Creer que las redes sociales tengan responsabilidad democrática es una utopía, se han tomado medidas por parte de las redes sociales, pero no han podido tomar más o realmente no han querido. Mirándolo desde el punto económico, ningún empresario negaría a un cliente que pagara 90 millones de dólares por hacerle publicidad. Aunque no sea muy ético deciden ponerle una máscara y disfrazar lo que realmente es: una manipulación.
Ahora bien, nosotros también permitimos que se nos manipule, sabemos que existe una manipulación por parte de ellas y nos indigna a la vez que la ignoramos completamente porque estando en el pleno siglo XXI yo no voy a ser el “rarito” que no tenga redes sociales. Aquí también se observa la adicción que tenemos a las redes como si se tratara de una droga que nosotros sabemos que no es buena para nosotros, pero nos da igual porque nos gusta la sensación que nos produce. En definitiva, hemos llegado a tal punto que no podemos controlar lo que las redes sociales publiquen, pero todavía estamos a tiempo de cuestionarnos lo que vemos en ellas.
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