Guillermo Carvajal, 2º Bach. B
La cuarentena resulta ser una temporada extraña donde yo vivo, las calles vacías hacen resonar el poco ruido de aquellos que aún van a trabajar o de los que van a comprar o a pasear a su perro. Sin embargo a las 20:00 la calle se llena de gritos, aplausos y sonidos de sirenas de la policía y los servicios sanitarios durante unos minutos.
Pero una vez que se cierran todas las ventanas vuelve a reinar el silencio, si no son los gritos o las riñas las que mandan en los edificios.
Yo ya estoy bien enterado de cuánto odia mi vecina a sus padres, o de cómo la pareja del 2ºB está pasando por una etapa difícil de su relación. La intimidad se vuelve algo frágil cuando el aburrimiento ayuda a agudizar nuestros sentidos.
Aún con esto se puede sacar algo bueno de la cuarentena. Se desarrollan nuevos talentos o se recuperan los que se daban por perdidos, (volver a tocar un instrumento, se retoma la lectura de libros abandonados, etc.), o se pasa más tiempo con la familia, aunque el precio de esto tenga que ser escuchar el espantoso ruido producido por el trombón de tu vecino de arriba.
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